Un domador no tiene miedo. Desafía las fauces como el que desafía las leyes de la gravedad por amar a Daniella sobre el cielo de Tokyo. Observamos como el domador espera en la playa Paradise con la mirada perdida en el mar. Espera al último clown, espera a la ballena blanca que siempre quiso domar, espera respuestas que la carrera espacial no ha sabido darle, espera noticias de Marimar...
Mientras, nosotros somos testigos de la mutación del licántropo en un safari subterráneo que nunca acaba. Compartimos esta visión con los leones del maltrato, también somos cachorros en cautividad y oimos las voces desde el centro del planeta, como el domador oye voces desde el mar y sueña con el dia en que pueda domar, por fin, a esa ballena blanca y hacer del mar elixir de la eterna juventud...
Hemos cambiado la deriva por la velocidad del sueño perfecto gracias a la inmensidad del mar.
Infiltrados en la gran jaula, dos pacíficos alienígenas llegan a la Tierra para pedir ayuda, a cambio, ellos donarán los planos para el primer Hiperconductor con el cual la humanidad ha podido viajar más allá de las estrellas...